Con su título traducido al Español con un gran Spoiler, Rosemary’s Baby tiene para los castellanoparlantes más interés en cuanto a su tono paranoico que a su giro de guión. La película ha sido un hito del cine pop.
Invito a que la comparen también con Pactar con el Diablo (con Al Pacino y Keanu Reeves), pues esta claramente quiere reflejarse en La Semilla del diablo, siendo la historia de una mujer embarazada abandonada por su marido, pero haciendo alegoría del mal como el beneficio propio y la corrupción capitalista.
La maldad folclórica
La interpretación del mal en Rosemary’s Baby es mucho más clásica, ya asimilada en el imaginario popular. Eso permite el juego de tomar el satanismo como una costumbre cotidiana, una mera pieza de estética y folklore que nos acerca al realismo mágico. Los ideales satánicos más representados aquí son el arribismo y la manipulación de las personas sin valor, manifestados a través de vampirizar a la tonta e inocente Rosemary hasta la alienación absoluta.
Rosemary’s baby materializa el delirio persecutorio trazando relaciones con la histeria preparto y la histeria femenina en general. Es el relato de las relaciones absorbentes, de la chica fácilmente influenciable, enamorada de su marido, abandonada por su atención y que se deja engañar por el amor que le tiene. Tratada como un recipiente donde engendrar al anticristo, sus dolores son negados, su bienestar físico es sorbido por el íncubo en su seno y es alejada de todos sus conocidos para que no se rompa la ilusión de normalidad y cuidado que le han vendido. Lo único que puede cambiar esta dinámica es que la propia mujer se reafirme y exija tomar sus propias decisiones, como el filme muestra cuando Rosemary decide cambiar de médico para calmar sus dolores, el feto los calma por si sólo. Lo único que le dará más espacio es pedirlo.
Un ciclo de maltrato colectivo
La cinta nos introduce en un ciclo de negación de la mujer cándida y su desempoderamiento, mostrando su burbuja personal invadida hasta acabar secuestrada en su propia casa por una comunidad de vecinos satánica. La conjura satánica funciona además como su propio mito dentro de la película, un mito que podemos creer o bien desestimar para someter todavía más a Rosemary a los cánones de mujer histérica. Los mismos créditos iniciales nos incitan a posicionarnos con que lo que está sucediendo es idílico: nos invita hacernos cómplices del maltrato emocional hacia el personaje con contrariedad y la mínima empatia hacia la pobre Rosemary.
Rosemary es un vientre de alquiler in extremis, desnudada de cualquier otra meta en la vida. Esta concepción de la mujer como bleeding womb y su único acceso al poder en el mundo a través de la maternidad, es lo que justifica que, a pesar de todo lo vivido, Rosemary acceda a ser la madre de un monstruo y aprenda a quererlo.
La cinta subyace sometimiento femenino en grandes cantidades, un espectáculo doméstico del que todos vamos a ser cómplices en el marco de los años 60. La cultura visual de la publicidad para televisión en el momento nos bombardea imágenes de la mujer como útil del hogar en pisos perfectamente decorados.
Aunque con mucha censura, La Semilla del Diablo llegará también en España para revisar el riesgo de ser una mujer Yé-Yé ingenua en la etapa desarrollista de final del franquismo.
Z. Armentano.

BIBLIOGRAFÍA: Mulvey, Laura. “Visual Pleasure and Narrative Cinema”. Film Theory and Criticism: Introductory readings. Eds. Leo Braudy and Marshall Cohen. New York: Oxford UP, 1999: 833-44.